Tuesday, November 27, 2018

El Celaje Empozando





(por Quincy Saul, Cochabamba – Santa Cruz, 22 noviembre 2018)

Es desde este nuevo “locus de enunciación” que ahora emprendemos la tarea de producir este desmontaje de las categorías fundamentales de la racionalidad moderna para, en dialogo con ellos, mostrar no solo su posible superación, sino su necesaria superación si es que no queremos seguir entrampados en la trama suicida de la racionalidad moderna.
-- Juan José Bautista S. (¿Que significa pensar desde América Latina?)







El escudero, al encalabrinarse en las estriberas,
enristre su nimbo y comienza a amasar sus sesos áureos.
Ahuyentando del resquicio de su escondrijo,
ya ni se arredra ni se santigua.
Resultaba que entre agazaparse y enderezarse solo faltaba respingo.
Solía moquear y desmoronar
pero un vaho del cántaro de presagios
basta para que el garabato del solariego se desagravie.
Y con esta exordio egregia, la bocina uncida esta repantigada.

La gualdrapa longeva trae siegas amparadoras,
así que la carreta se vuelve cuadriga
y el patán escueto con su asno chata
están sonoros en las solanas de ultramar,
agasajados en los estribillos mostrencos
de surcos siderales.

Pellas de paño andrajosa alcancen el porte de bellotas
en las fauces reculados del manjar febril.
Y una tinaja de limo, o una bacía de serrín
pueden producir un almizcle violáceo, o un simiente henchida de doncellez.

Apiade, por favor, esta pauta acética y iracunda
con su cepa empalagosa – es que
de los aleros del alquería cuelgan yedras ceñidas
y arreos de congoja pluricosmovisionaria.

Así que el guijarro menestral
teje las ráfagas de lo invisible –
para que sueltes las riendas de los sienes
a atreverse en el vado enjuto y bamboleante.

Salpicados o deshojados, de todos modos serpeamos hacia las meriendas en la ara.
Que seamos en tal camino medrosas sin amedrentarnos
y así desmenuzaremos los humedales anversos
de un mundo profundamente mas descalcado
que ni estas palabras jadeantes pueden aducir.

Porque las rúas fiambres ya no canturrean
pero las trapiches rupestres si –
Entonces nos apeamos del redil categorial
para orejear el liquen porfiante
y para husmear los helechos que asestan el chorro.
Echémonos los moños ya para que pueda ajar la economía en paz.

Bienvenidos los desamparos,
Adiós a los boites de pelotillas,
Buenas días a los horcones de labriegos.
Los rebaños relinchan y los sinsontes estornudan –
Se trata de la transmodernidad;
de escarmenar la melaza rocallosa.
Se escribe así para erogar las varas;
para regar los belfos secos de los pupitres –
¿No supiste que la madre agua aguaita a los chacales que la cosechan?
¿No supiste que se sueña igual en camastro o carroza?

Solo cuando sueltes las epistemologias desvencijados sabrás.
Mientras tanto, rozamos pelados para empollarnos peludos.
Es preferible agacharse a bufar en harapos
que acurrucarse cómodo y empanado en el marco ontológica del capitalismo.

Yo se que soy áspero – la culpa es parte del currículo de nuestra escuela escarpada.
Solo despeñado cosecharemos los racimos de hostias feraces que el destino mullido ofrece.

Los pergaminos europeos cuajan en las encías
y así los chiquillos originarios nacen ya casi
aherrojados a la llavera de la cumbancha.
Así que saquémonos los brocales de los pozos --
Dejémonos al lado del camino ido la estiba malvado --
Soltémonos el techumbre para levantar en alto
el penacho del esfinge --
Quitémonos las argollas de los piafares de las yuntas que se llaman teoría y practica,
a contemplar los hoyuelos de la jicotea.

Con un cubo de cardos enfrentaremos el vendaval.
Los destellos en las vetas del altiplano acantilado
nos han recibido pluviosamente,
así que no tengamos miedo de la bruma o la enredadera.
Los arañeros de la historia llevaran batas de gloria;
sus tornos del cielo cabrán livianos en sus cujas --
plañimos y pregonamos las trinas de sus sortijas.

¿No cualquiera tahona hornea pancito así, eh?
¿Que tal tu talle?
Paciencia pedimos; que todavía no hemos llegado a los muelles de tal poesía –
falta aun varios féretros a desenroscar.
El enemigo es fuerte, la puñalada profunda, y falta mas
brasas para restañar la sangre extraviada.
El cañaveral esta acongojado, las amapolas están tirantes,
y los lindes fulgen, todos con las mismas inquietudes --
son cosquillosos y amarillentos, repujado de ansias
que pocos saben como sentir.
A tales sujetos nos dirigimos, que salen a borbotones de nuestras historias,
como lingotes o abalorios,
de sentinas o de panales –
la honda de profecía lanza seres así
a joder los tobillos de los ensimismados.
¡Las ascuas están casi a sollozos con tantas ganas de alborear!
Así que, si no has dado cuenta ya, el zaguán de la realidad
tiene recodo y resaca – no conviene a largo plazo
ni las bogas de los apacibles, ni tampoco el afán de los fanáticos.
Demoráramos un rato entonces en un lecho o un poyo
para auscultar el tonel tísico de las zanjas que nos toque cavar.
Veamos así que aun con jorobas y ojeras, aun con guirnaldas de estaño,
¡la jarana sagrada esta vigente!
Solo falta rescatarla de las tenazas chirriantes
de los blasones y los acicates.

Mientras tanto, las pestañas siguen royendo a los ojos;
y con tantos crepitaciones en las orejas de la órbita,
y con tanto vello en la cabeza del patriarcado,
¿como distinguirnos, entre la tarea de trizar,
y la escuela del mas allá de lo que se desploma ya?

El potro, con costra en su costado, cabizbajo,
con melena prieta, sin prisa anhela los nísperos que el viento no tumba del árbol.
Yo, con codos apretados a mi lado, y sueños desvelados a lo largo.
Tu, con garguero ajumándose de posibles significados y respuestas.
El celaje, empozando con momentos y memorias.


(Nacido en la órbita del Primer Encuentro Internacional de Sembradores y Guardianes del Agua, en la comunidad de K'oari, municipio de Tiraque, departamento de Cochabamba, estado plurinacional de Bolivia, 14-18 noviembre, 2018. Derivado de un estudio y ejercicio de idioma, poesía y política, este escritura esta compuesta de palabras previamente desconocidos que encontré en “El Libro Verde del Che,” – una antología personal hecho por Ernesto Guevara, compilando poesías de Pablo Neruda, León Felipe, Nicolás Guillen y César Vallejo; un libro verde que el Che tenia en su bolsillo hasta la día de su muerte en Bolivia.)