(por Quincy
Saul, Cochabamba – Santa Cruz, 22 noviembre 2018)
Es
desde este nuevo “locus de enunciación” que ahora emprendemos la
tarea de producir este desmontaje de las categorías fundamentales de
la racionalidad moderna para, en dialogo con ellos, mostrar no solo
su posible superación, sino su necesaria superación si es que no
queremos seguir entrampados en la trama suicida de la racionalidad
moderna.
-- Juan José Bautista S. (¿Que
significa pensar desde América Latina?)
El
escudero, al encalabrinarse en las estriberas,
enristre
su nimbo y comienza a amasar sus sesos áureos.
Ahuyentando
del resquicio de su escondrijo,
ya
ni se arredra ni se santigua.
Resultaba
que entre agazaparse y enderezarse solo faltaba respingo.
Solía
moquear y desmoronar
pero
un vaho del cántaro de presagios
basta
para que el garabato del solariego se desagravie.
Y
con esta exordio egregia, la bocina uncida esta repantigada.
La
gualdrapa longeva trae siegas amparadoras,
así
que la carreta se vuelve cuadriga
y
el patán escueto con su asno chata
están
sonoros en las solanas de ultramar,
agasajados
en los estribillos mostrencos
de
surcos siderales.
Pellas
de paño andrajosa alcancen el porte de bellotas
en
las fauces reculados del manjar febril.
Y
una tinaja de limo, o una bacía de serrín
pueden
producir un almizcle violáceo, o un simiente henchida de doncellez.
Apiade,
por favor, esta pauta acética y iracunda
con
su cepa empalagosa – es que
de
los aleros del alquería cuelgan yedras ceñidas
y
arreos de congoja pluricosmovisionaria.
Así
que el guijarro menestral
teje
las ráfagas de lo invisible –
para
que sueltes las riendas de los sienes
a
atreverse en el vado enjuto y bamboleante.
Salpicados
o deshojados, de todos modos serpeamos hacia las meriendas en la ara.
Que
seamos en tal camino medrosas sin amedrentarnos
y
así desmenuzaremos los humedales anversos
de
un mundo profundamente mas descalcado
que
ni estas palabras jadeantes pueden aducir.
Porque
las rúas fiambres ya no canturrean
pero
las trapiches rupestres si –
Entonces
nos apeamos del redil categorial
para
orejear el liquen porfiante
y
para husmear los helechos que asestan el chorro.
Echémonos
los moños ya para que pueda ajar la economía en paz.
Bienvenidos
los desamparos,
Adiós
a los boites de pelotillas,
Buenas
días a los horcones de labriegos.
Los
rebaños relinchan y los sinsontes estornudan –
Se
trata de la transmodernidad;
de
escarmenar la melaza rocallosa.
Se
escribe así para erogar las varas;
para
regar los belfos secos de los pupitres –
¿No
supiste que la madre agua aguaita a los chacales que la cosechan?
¿No
supiste que se sueña igual en camastro o carroza?
Solo
cuando sueltes las epistemologias desvencijados sabrás.
Mientras
tanto, rozamos pelados para empollarnos peludos.
Es
preferible agacharse a bufar en harapos
que
acurrucarse cómodo y empanado en el marco ontológica del
capitalismo.
Yo
se que soy áspero – la culpa es parte del currículo de nuestra
escuela escarpada.
Solo
despeñado cosecharemos los racimos de hostias feraces que el destino
mullido ofrece.
Los
pergaminos europeos cuajan en las encías
y
así los chiquillos originarios nacen ya casi
aherrojados
a la llavera de la cumbancha.
Así
que saquémonos los brocales de los pozos --
Dejémonos
al lado del camino ido la estiba malvado --
Soltémonos
el techumbre para levantar en alto
el
penacho del esfinge --
Quitémonos
las argollas de los piafares de las yuntas que se llaman teoría y
practica,
a
contemplar los hoyuelos de la jicotea.
Con
un cubo de cardos enfrentaremos el vendaval.
Los
destellos en las vetas del altiplano acantilado
nos
han recibido pluviosamente,
así
que no tengamos miedo de la bruma o la enredadera.
Los
arañeros de la historia llevaran batas de gloria;
sus
tornos del cielo cabrán livianos en sus cujas --
plañimos
y pregonamos las trinas de sus sortijas.
¿No
cualquiera tahona hornea pancito así, eh?
¿Que
tal tu talle?
Paciencia
pedimos; que todavía no hemos llegado a los muelles de tal poesía –
falta
aun varios féretros a desenroscar.
El
enemigo es fuerte, la puñalada profunda, y falta mas
brasas
para restañar la sangre extraviada.
El
cañaveral esta acongojado, las amapolas están tirantes,
y
los lindes fulgen, todos con las mismas inquietudes --
son
cosquillosos y amarillentos, repujado de ansias
que
pocos saben como sentir.
A
tales sujetos nos dirigimos, que salen a borbotones de nuestras
historias,
como
lingotes o abalorios,
de
sentinas o de panales –
la
honda de profecía lanza seres así
a
joder los tobillos de los ensimismados.
¡Las
ascuas están casi a sollozos con tantas ganas de alborear!
Así
que, si no has dado cuenta ya, el zaguán de la realidad
tiene
recodo y resaca – no conviene a largo plazo
ni
las bogas de los apacibles, ni tampoco el afán de los fanáticos.
Demoráramos
un rato entonces en un lecho o un poyo
para
auscultar el tonel tísico de las zanjas que nos toque cavar.
Veamos
así que aun con jorobas y ojeras, aun con guirnaldas de estaño,
¡la
jarana sagrada esta vigente!
Solo
falta rescatarla de las tenazas chirriantes
de
los blasones y los acicates.
Mientras
tanto, las pestañas siguen royendo a los ojos;
y
con tantos crepitaciones en las orejas de la órbita,
y
con tanto vello en la cabeza del patriarcado,
¿como
distinguirnos, entre la tarea de trizar,
y
la escuela del mas allá de lo que se desploma ya?
El
potro, con costra en su costado, cabizbajo,
con
melena prieta, sin prisa anhela los nísperos que el viento no tumba
del árbol.
Yo,
con codos apretados a mi lado, y sueños desvelados a lo largo.
Tu,
con garguero ajumándose de posibles significados y respuestas.
El
celaje, empozando con momentos y memorias.
(Nacido
en la órbita del Primer Encuentro Internacional de Sembradores y
Guardianes del Agua, en la comunidad de K'oari, municipio de Tiraque,
departamento de Cochabamba, estado plurinacional de Bolivia, 14-18
noviembre, 2018. Derivado de un estudio y ejercicio de idioma, poesía
y política, este escritura esta compuesta de palabras previamente
desconocidos que encontré en “El Libro Verde del Che,” – una
antología personal hecho por Ernesto Guevara, compilando poesías de
Pablo Neruda, León Felipe, Nicolás Guillen y César Vallejo; un
libro verde que el Che tenia en su bolsillo hasta la día de su
muerte en Bolivia.)