Y nadie lo va a parar!
El talante cósmica rebosa
desde el fleco hasta el picacho –
la yema espesa acurruca los oquedades y astillas
y el predio deleznable y adocenado lanza su cogollo.
Los eriales están amolando, y los desquites se enlazan.
En las guaridas dables, los conatos despeñan,
y el estirpe ducho y gacho, ateridos en su ayuno,
despiertan a guarnecerse los sienes con alhucema,
los pescuezos con espadañas, los codos con carrizos,
y de los hendiduras en las ciénagas, salen cabales y airosos,
hacia los prados endilgados de inmundicia.
El estero adolecido, sosiego y díscola, husmea el barranco,
a punto de desmoronarse en su propio desfiladero llagado.
El parloteo de sandios, agrio y filoso, esta desleído;
el reciedumbre esmerada del antaño ya no encuentra ni paraje ni solar.
La ventisca de los atabales despierta la algazara de cotejos,
y las hebras trigueños del destino congregan, iracundos y altivos,
a hendir los armazones y destazar las vigas de los enjambres nocivos.
Quebrantos y enterezas vendrán, a cebar los desmanes,
a mascar las chozas atónitas, a cumplir la profecía tieso
de los jícaras y los jarros.
La maleza heredará los solares aturdidos.
La cachaza ponzoñoso encuentra ocaso.
Se acaban los trastos traspuestos.
La inquina de las ollas, enfadados con nuestro engorrosa y estorboso cotorra,
cumplirá las amenazas azoradas, las palabras forzosas
que esperan los secuaces de los hombres de arcilla.
Y los descendientes de maíz – amenguadas, cercenadas,
esperando su castigo aciago por haber olvidado su incumbencia,
esquivos y en cueros, por haber divagado de su prenda ante los dioses,
quienes lo van a reclamar, porque ya no comen de lo que son,
que ya no elogian sus creadores, y así es y sera su perdición.
Ladinos y osados, reptamos
ante la gloria cósmica del conocimiento de los abuelos,
cuyos derroteros desaparecen en el recodo de nuestros desmanes.
Cercioramos la postema de los mismos tupidos,
sajamos las escamas de la canícula.
Las lajas de nuestro reconcomio traman sus escondrijos entenebrecidos,
entre los abrojos, ahuyentados, y las mozas con sus mazas y mañas,
crispan ante la atalaya del búho blanco.
Y la pezuñas recatos de nuestro ahincó aderezan la acequia del estorbo
donde fluye el puño de la verdad y la vida.
viejo y nuevo, viene (el) hurakan. tan tan. desde los nubes del sureste mexicano.
(derivado y tejido respetuosamente al azar del Popol Vuh, por quincy saul, 2 junio, 2017)